lunes, 29 de marzo de 2010

El votante 3001

Josep M. Espinàs publica hoy un artículo en El Periódico (http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=699200&idseccio_PK=1006&h=) en el que por una parte pone de relieve la ignorancia de la mayoría de la población en materia urbanística, de modo que no se entiende porqué se nos debe consultar. Por esa regla de tres, ¿cómo es posible que votemos a nuestros representantes en el Parlamento, por ejemplo, si la mayoría de los mortales no tenemos ni idea (técnicamente hablando) de las diferentes alternativas para reducir el paro, del coste de construir un corredor mediterráneo o del impacto macroeconómico de una variación en los impuestos? Viene a ser lo mismo, a no ser que votemos a un candidato porque nos cae bien y basta.

Ya he dicho aquí mismo que no todos los técnicos opinan lo mismo sobre la reforma de la Diagonal. Entonces, ¿quién es más técnico, el que dice blanco, el que dice negro o el que se sitúa en cualquier lugar del espectro cromático intermedio? Los “señores que cobran por estudiar a fondo las diversas posibilidades” también podrían cobrar por explicarlas, documentarlas y posibilitar que aquellos que quieran analizar el tema lo puedan hacer. Y a golpe de un “clic” podríamos saber qué dicen unos y otros y preferir lo que más se corresponda con nuestras características.

El artículo termina con una reflexión que estos días he leído a más de un articulista: “¿y si la decisión sobre la Diagonal depende del voto de un chico de la Bonanova o de una chica de Ciutat Vella?” Esto sólo es cierto si hay un único votante. Imaginemos 1.000 votos para la opción A, 1.000 para la B y 1.000 para ninguna de las dos y que llega el votante 3.001 y último … Vote lo que vote, será él quien ha decidido el resultado final?, Los 1.000 votos anteriores a su llegada para la misma opción no son también un poco responsables del resultado final?

¿Ha de requerirse un quórum mínimo?

Enric Sierra (http://www.lavanguardia.es/lv24h/20100322/53897880481.html) plantea ayer en La Vanguardia el tema importante de la significación o no del porcentaje de participación de una consulta como la que se plantea para la Diagonal .

Quisiera hacer una consideración inicial al respecto sobre la relatividad de las cifras (y no quiero decir que sea la intención del Sr. Sierra ni mucho menos, no se me mal interprete). Se puede hacer una lectura que 30.000 personas son poco significativas ante un hecho, mientras que ante otro se puede decir que son casi una multitud. Imaginemos los comentarios que puede suscitar una manifestación de 30.000 personas recorriendo la Diagonal en contra de su reforma o a favor de la misma. Alguien se atrevería a afirmar que Barcelona (toda) se manifiesta a favor o en contra.

Imaginemos ahora que la reforma se lleva adelante sin consulta popular, apelando al criterio de los expertos y al buen hacer de los representantes electos, como en muchos comentarios sobre el tema se puede leer. Sin poner en duda la profesionalidad de los dos colectivos, seguro que no todos los expertos opinarán lo mismo (en los periódicos se puede contrastar estos días) y que no todos los responsables de votar el proyecto en su calidad de concejales del Consistorio lo harán en el mismo sentido (como se pone de manifiesto). Entonces, ¿quién está en el camino más acertado? Personalmente lo tengo claro, todos, porque las razones, de unos por el sí y los otros por el no, corresponderán a diferentes visiones, todas ellas respetables: es un tema de prioridades, sea por el transporte privado, por el público, dentro de él por bus o el tramo, por el presupuesto, los peatones, los comerciantes …

¿Y los ciudadanos no tienen prioridades? Si los 41 concejales, asesorados / influidos por determinados colectivos, 22 votan una opción, 18 otra y 1 se abstiene, ¿los ciudadanos mantienen necesariamente esta proporción? ¿Es esta la voluntad de los votantes en un tema que no estaba explicitado en los programas electorales de las últimas elecciones en las que votaron? ¿No sería más preciso oír la opinión de al menos 30.000?

Las claves bajo mi punto de vista son dos: dar la posibilidad (y facilitar) de expresar la opinión de cada uno (la utilicen los que la utilicen) y, antes, informar para que puedan formarse su opinión, escuchando a los técnicos, los políticos, los grupos directamente implicados en los resultados de la reforma (o en su no realización).

Y tengo que volver a decir aquello que estas dos claves con las nuevas tecnologías son más factibles de lo que algunos afirman. Falta experiencia. Y sin experiencia, no hay evolución.

El voto entre los 16 y 18 años

Pilar Rahola comenta en un artículo en La Vanguardia del pasado sábado (http://www.lavanguardia.es/ciudadanos/noticias/20100321/53898859357/populismo-en-la-diagonal-la-vanguardia-barcelona-hereu.html) diversos motivos sobre la improdedencia del proceso participativo sobre la reforma de la Diagonal, uno de los cuales, a su juicio, es el voto de los jóvenes entre 16 y 18 años, a los que considera con capacidad indescriptible para opinar sobre temas de urbanismo. Yo añadiría como la mía (que casi multiplico los 18 por tres) y la de la mayoría de los mortales, incluyendo a la clase política. Pero es que és obvio: ¿cuántos Leonardos pueden existir hoy en día?.

La clase política, la clase empresarial, muchos profesionales liberales y también el ciudadano de a pie tomamos decisiones en las que no somos expertos porque dejamos que estos, los expertos, nos acosejen o al menos den su visión. Y si queremos más seguridad (y podemos) pedimos la opinión de más de uno de ellos. Todo este proceso de decisión se basa en un concepto que desde la colaboración en un periódico debería tenerse en mayor consideración: la información. Decida quién decida, lo hará en base a los datos que recopile sobre la cuestión. Y creo que los jóvenes, en los tiempos que corren, están más habituados que muchos de nosotros en tratar la información. De acuerdo, será en la quieran, pero saben tratar información. Y sin ella, a los 18 o a los 75 años, si se vota es “a boleo” como parece suguerir la autora del artículo cuando se refiere a los jóvenes.

La clave de la cuestión es precisamente la disposición de información. Ésta es la base para la toma de decisiones, independientemente de la edad (sobrepasado un límite obvio, por supuesto). Y sin duda, quien recuerde sus años académicos, incluso a los 17, percibirá que es la época de la vida en la que se trabaja con más información (otra cosa es que se saque fruto de ella). Posteriormente, con el tiempo y la especialización de cada cuál, la información que se busca va siendo más acotada y, a veces, menos asimilable que durante la juventud.

El reto, ante todos los ciudadanos, es suministrar información que permita decidir qué opción preferimos, o no, del proyecto de reforma de la Diagonal. Se habla de si l’Eixample podrà absorber el tráfico desviado des de la Diagonal o no, pero aún no he visto ningun análisis detallado sobre el porqué de si es que sí o si es que no elaborado por ningún experto, aunque dicen que de haberlos, haylos. Se habla del coste económico, pero no sé de dónde sale ni cómo se financiará. No he visto ninguna recreación visual en movimiento de los proyectos propuestos que abarque un buen tramo de la Diagonal, con sus peatones, sus laterales, sus cruces y sus vehículos, más allá de las imágenes pseudoanimadas de la web (www.bcn.es/diagonal/). Mientras no me ofrezcan todo esto, no sé en base a qué votaría, si pudiera hacerlo. Como los de 16, 25, 43 o 80 años…

Y con información, en los centros educativos pueden abrirse debates y análisis de propuestas y de sus impactos… cosa que no haremos la mayoría de nosotros ni que vayamos a votar.

Y no olvidemos que en la actualidad la información está fuertemente ligada con las nuevas tecnologías, sobre las que los jóvenes de 16 a 18 años pueden darnos multitud de lecciones.

¿Los referéndums discutibles?

El editorial de El Periódico de 20 de los corrientes (http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=697430&idseccio_PK=1006&h=) considera discutibles los referéndums.

Dejando, por ahora, de lado las características de las propuestas que se someterán a consulta sobre la reforma de la Diagonal, el editorial de El Periódico plantea la duda de la oportunidad de hacer una consulta popular al respecto, que merece algunos comentarios.


En el editorial se discute la figura de los referéndums ya que ” los partidos ganan unas elecciones de acuerdo con un programa que deben aplicar, sin más zarandajas”. Supongamos, por ahora, que efectivamente es así, que los ciudadanos leen todos los programas electorales, los comparan y deciden votar al partido que presenta el programa más adecuado a sus ideas, intereses y gustos. No recuerdo que en ningún programa se hablara del tema, pero me puede fallar la memoria. Llevo una hora buscando los programas detallados de los partidos representados en el consistorio barcelonés para las elecciones municipales del 2007 y no he encontrado ninguno. Pero la culpa puede ser mía por no haberlos guardado en su día, si es que los leí todos. De todos modos, en el caso de Barcelona, existe el Programa de Actuación Municipal en el que sí se concretan con detalle suficiente las actuaciones a realizar durante el mandato por el equipo de Gobierno. Consulto en www.bcn.cat, apartado “Ayuntamiento” y dentro de él en “Acción de Gobierno” y “Plan de Actuación Municipal”, y llego al documento que describe las actuaciones previstas para el mandato:http://w3.bcn.es/fitxers/participacio/pam/pamdef.223.pdf. Hago una búsqueda por “Diagonal” y aparece la previsión de diversas actuaciones puntuales en la avenida, pero en ningún lugar que se hable de su reforma o rehabilitación. Por tanto, en el supuesto de que yo haya votado alguno de los partidos del equipo de gobierno hace casi tres años, en aquel momento ni me hablaron del tema ni me lo planteé. Ciertamente que en el punto 4.3.3.4 del documento (pág. 151) se dice que “Concretaremos la ampliación de la red de tranvía y, en particular, de la conexión Trambaix-Trambesòs” y en el 4.3.3.5, en la misma página, se declara como “proyecto fundamental” buscar acuerdos necesarios con la Generalitat sobre varios intercambiadores, en cuya relación figura “Diagonal (autobús, metro, tranvía)”. No sé si queda claro que al hablar de estos temas en estas palabras se está haciendo referencia a la reforma de la Diagonal.


Pero supongamos que todo este razonamiento es de alguien que no tiene todo el día para seguir los entramados políticos ni leer entre líneas y que no ha sabido encontrar lo que busca.Podría continuar siendo válido el razonamiento del editorial que estamos comentando, siempre y cuando los programas electorales de los partidos sean el factor que hacen decidir el voto de los ciudadanos.


El Centre d’Estudis d’Opinió de la Generalitat de Catalunya (www.ceo.gencat.cat) publica periódicamente los Barómetros de Opinión Política, con una batería de preguntas que intenta captar la opinión ciudadana sobre la situación política en Catalunya. En los números 367, 419 y 518 se efectúan preguntas concretas sobre las últimas elecciones al Parlament de Catalunya, Parlamento Español y Parlamento Europeo, respectivamente, algunas de las cuales se refieren al impacto de la campaña electoral en el voto. La serie de preguntas no es homogénea, pero se puede observar que en el caso catalán, un 58,9% de los entrevistados siguieron con poco o ningún interés la campaña y un 36% leyó el programa electoral de algún partido. En el caso español y europeo, donde las preguntas son más homogéneas y el cuestionario está más elaborado, la campaña electoral fue seguida con poco o ningún interés por el 43% y 70% de los encuestados respectivamente. Entre los que siguieron la campaña con interés, en el caso de las elecciones al Parlamento Español un 75% le sirvió poco o nada para decidir su voto, en el caso de las elecciones europeas, un 83%.


¿Es cierto, pues, que los partidos ganan unas elecciones de acuerdo con un programa que deben aplicar y resulta ocioso pedir la opinión de los ciudadanos sobre cuestiones concretas?


Add to Technorati Favorites